jueves, 6 de septiembre de 2018

Los Procesos Constitutivos de la Gestión del Riesgo de Desastres Allan Lavell, Gustavo Pérez Ortega, y Lizardo Narváez.



¿Qué es Gestión del Riesgo de Desastres y cuál es su propósito?

La Gestión del Riesgo de Desastre, como concepto central  de  la discusión  en  torno a  la  intervención   en  el  riesgo  y desastre, data esencialmente de la última mitad de los años noventa del  siglo pasado y, desde  entonces, ha reemplazado en muchos  lugares  las nociones  de Manejo,  Gestión  o Administración  de  Desastres, tan comunes  desde los años sesenta en adelante.


El mero  cambio  de terminología, sin entrar  en el fondo de las distinciones sustanciales, ilustra cómo el eje de  análisis y preocupación ha  pasado del desastre mismo (el daño y la pérdida) hacía el riesgo, la potencialidad de daño  y pérdida,  con lo cual se abrió espacio para mayores consideraciones sobre los procesos de prevención y mitigación del riesgo, a diferencia de la respuesta a desastres ya ocurridos y los procesos  posteriores de  reconstrucción.


Su uso  como  noción  y para  describir  un  proceso  y conjunto  de  prácticas  particulares  relacionados con gobierno y sociedad civil, data  esencialmente del periodo posterior al impacto del Huracán Mitch en Centroamérica. Ese singular evento  sirvió para revelar una serie de aspectos del riesgo y desastre fuertemente  relacionados con  los  procesos   de desarrollo  y marginación de la población  pobre, incluyendo  los procesos  severos  de  degradación ambiental que sufrieron en el periodo post guerra y que contribuyó sustancialmente a la creación de nuevas  amenazas en  la sociedad.  La vinculación del  proceso  de  gestión  con  la problemática del desarrollo  y su gestión será el factor definitorio  de lo que se desarrollaría como el proceso y la práctica de la gestión  del riesgo en la primera  década  del nuevo siglo.


Aquí se  debe  reconocer desde  el  principio  que a veces cada  quien define  e interpreta la gestión de riesgo a su antojo.  Pero, al final de cuentas, su desarrollo  como  concepto y noción,  para  captar la  esencia  de  una  serie  de  procesos  y acciones particulares,  tuvo un origen, un desarrollo  y un fin específico  independiente del uso que  cada  quien quiere hacer del mismo.


Entre estas interpretaciones distintas se incluyen aquellos que quieren ver en la gestión del riesgo una alusión a lo que se llamaba la prevención   y mitigación  de desastres. Esto no es correcto,  ya que  la gestión  se fundamenta en el riesgo y este  concepto está  presente en todos los ámbitos del proceso, incluyendo los momentos pre y post impacto  del fenómeno potencialmente peligroso.


Con esto  se establece una  primera  aproximación a la definición  de  la gestión  del riesgo:  se trata de un proceso  que tiene  como  objetivo reducir y controlar los  factores   de  riesgo  de  desastre en todo  momento del continuo de riesgo (los cuatro hitos fundamentales del proceso  riesgo–desastre que  caracterizan el movimiento  y desarrollo  del riesgo en el tiempo y en el espacio).


A continuación se presenta una propuesta de definición de la gestión del riesgo de desastre, concertada entre  los autores de este  documento y fundamentada en los desarrollos  conceptuales previos, empleados por el Proyecto PREDECAN:


La Gestión del Riesgo de Desastre, definida en forma  genérica,  se refiere  a un proceso social cuyo fin último es la previsión, la reducción  y el control  permanente de  los factores de riesgo de desastre en la sociedad, en consonancia con, e integrada al logro de pautas de desarrollo  humano, económico, ambiental y territorial, sostenibles.


En este sentido, la gestión del riesgo abarca formas de   intervención   muy  variadas,   que   van  desde la formulación e implementación de políticas y estrategias, hasta  la implementación de acciones e instrumentos concretos de reducción y control.


La gestión  del  riesgo  admite  distintos  niveles de intervención que  van desde  lo global,  integral, lo sectorial  y lo  macro-territorial  hasta   lo  local,  lo comunitario y lo familiar. Requiere de la existencia de   sistemas   o   estructuras organizacionales e institucionales   que   representen  estos   niveles  y que reúne,  bajo modalidades de coordinación establecidas y con  roles  diferenciados acordados, aquellas instancias colectivas de representación social de los diferentes actores  e intereses que juegan un  papel  en  proceso  de  construcción del riesgo y en su reducción, previsión y control.


El movimiento histórico en  los enfoques hacia el riesgo y el desastre puede  verse de forma resumida en el cuadro 2, donde  se destacan las bases conceptuales y sus implicancias para la práctica en un  periodo  que  va desde  los años  sesenta hasta el presente y que permiten ver las diferencias sustantivas  entre  el enfoque de la llamada “administración de desastres” como  enfoque y la “gestión del riesgo de desastre”.

La Gestión del Riesgo, la Gestión del Desarrollo y su sostenibilidad


La delimitación  o definición  de  lo sustantivo  en términos  de  los objetivos  y metas  de  la gestión del riesgo antes  presentadas, claramente indican o   explicitan   una   relación   con   el  proceso   de desarrollo.


En adelante intentaremos clarificar la relación  de la gestión del riesgo con la gestión del desarrollo sostenible en sus vertientes territoriales y sectoriales, donde  se considera el desarrollo  sostenible un proceso  de  aumento en  el bienestar  general  de la  población,   bajo   condiciones   que   garantizan la  seguridad  en  el  acceso  a  los  satisfactores  de la  vida  y seguridad   para  la  vida,  los  medios  de vida y la infraestructura que  los apoya;  todo  bajo condiciones en que el uso de los recursos naturales es  sostenible  y no  depredador (se  reproduce el medio ambiente y se sostiene en lugar de disminuir su oferta de servicios y recursos y su productividad). Consideramos la noción de “seguridad” de la vida y de los medios que lo sustentan un elemento crítico en la definición de desarrollo.


Una discusión central: Gestión de Riesgo y Gestión del Desarrollo: ¿Independiente e interdependiente o subordinado y dependiente?


Al considerar  la gestión  del riesgo  y su relación con  la gestión  del desarrollo  existen  dos formas dominantes de ver esa relación y de establecerla.


Una  forma,   hasta   cierto  punto   dominante en el discurso, es el de considerar  que la gestión  de riesgo  debe  “integrarse a”,  o  “transversalizarse en”, la gestión del desarrollo en sus distintas expresiones sectoriales o territoriales, de igual manera como  se insistía en  su momento con  el tema  de ambiente y género, ambos  considerados temas “transversales”. En esencia este argumento se sustenta sobre  la idea  de que  el “desarrollo” mejora o se sustancia y se afianza  en la medida en que los temas de género, ambiente y ahora riesgo, sean explícitos y siempre presentes en el diseño de políticas, estrategias e instrumentos de desarrollo.


La forma  institucional  en que  esta  expresión  del problema se manifiesta ha sido a nivel macro con la creación de ministerios del ambiente, de la mujer y en algunos  lugares  del desastre y del riesgo; y a nivel micro  con  la  creación  dentro de  órganos sectoriales  y territoriales  de gobierno y sociedad civil con el establecimiento de oficinas sectoriales y municipales,  etc., de la mujer, el ambiente y de riesgo y desastre. A nivel de los planes de gobierno en  sus  niveles  centrales   y locales  a  la  vez  que pueden aparecer capítulos  independientes en los planes  de  desarrollo  sectorial  y territorial  sobre estos  temas,  muchas  veces también se percata la elaboración de planes  específicos  sobre  este  tipo de tema “transversal”.


La esencia de este tipo de enfoque hacia los llamados temas “transversales” consiste en establecerlos con cierto grado  de autonomía e independencia como temas  y en buscar su integración al “mainstream” de la planificación del desarrollo  por medio de normas,  decretos, lineamientos, órdenes ejecutivas que  establecen que  deberían ser  considerados e incorporados obligatoriamente en la planificación sectorial y territorial.


Se establece entonces un tipo de separación, autonomía e  independencia de  los  temas,   una necesidad  de su incorporación en la planificación del   desarrollo   por   medio   de   artífices   legales e institucionales  específicos, y una insistencia implícita de que  el desarrollo  se beneficia  de su presencia  y su  consideración. Aparecen  muchas eces  como  adjuntos al  desarrollo,   algo  que  lo mejora, lo viabiliza, lo sustancia y lo avala.


El desafío  es ¿cómo  transformar prácticas “tradicionales”  de  gestión   del  desarrollo, emanadas desde  niveles jerárquicos  superiores,  a través de la incorporación de aspectos olvidados o relegados de este proceso  de desarrollo?


De igual forma  que el Índice de Desarrollo  Humano  de las Naciones Unidas pretendía mostrar e insistir en que el desarrollo  era algo más que ingreso per cápita, la transversalización de  los temas  mencionados tiene  el propósito de insistir en que  el desarrollo no es completo sin consideraciones de ambiente, mujer  y riesgo.  Pero  también hay la insinuación que  desarrollo  puede  existir sin considerar  estos factores  y que ellos mejoran  ese desarrollo,  pero no necesariamente lo definen.


Una segunda manera de ver la relación, la combinación y la concatenación de los dos temas es por vía de los enfoques más holísticos o deductivos, los integrales y no sumatorios. Bajo esta visión se establecería que  no  hay  tema  transversal  como tal  sino  integral.  Que  el ambiente, la mujer,  el riesgo y otros temas, son aspectos esenciales de la definición  misma del desarrollo  y sin la presencia de consideraciones sobre la sostenibilidad  del ambiente, de equidad  de la mujer y de reducción o previsión de riesgo, no puede  haber  desarrollo en absoluto.


En este  sentido,   no  se  “mejora” el  desarrollo sumando consideraciones de riesgo  de desastre, sino  que  sencillamente no  hay  desarrollo  como tal  si estas  consideraciones no  están  presentes. El riesgo  no  es  un  adjunto   al  desarrollo   sino uno  de sus factores  constitutivos,  es parte  de su misma definición, sin el cual sería difícil pensar  en desarrollo en un sentido integral.


La posibilidad de que  desarrollo  puede  existir en condiciones  en que  la probabilidad de la muerte y destrucción   de  sus  medios  de  vida  aumente con el tiempo,  frente  a eventos  físicos conocidos, debería   ser  inaceptable;  de  igual  manera  que lo es  la existencia  de  condiciones  de  desarrollo en  donde   la  mujer  es  relegada, subordinada y excluida de las mismas condiciones y garantías que los hombres.  No se mejora el desarrollo  sumando estas  consideraciones, sino que se define  cuando éstas están presentes.


Sin lugar a dudas el tema  de la transversalización es  el que  domina  el discurso  y la práctica  hoy en  día.  Frente  a  esto   es  de  reconocerse  que debido  a la relegación  de consideraciones sobre ambiente,   mujer   y  riesgo   en   la  planificación y   práctica   del   “desarrollo”   durante  mucho tiempo,  es  tal  vez  necesario  al  comienzo  de un  periodo   de  transición   y  cambio,   enfatizar estos  temas  dándole la apariencia de ser temas independientes, autónomos y para  los cuales  se requiere   una  institucionalización,  una  práctica y posición “independiente” con sus propios ministerios,  oficinas,  unidades  de  gestión  etc. Sin embargo, es  de  esperarse que  con  el paso del tiempo y la consolidación de  las prácticas y enfoques integradores, esa división y separación debiera desaparecer.


En la medida en  que  esto pase  se  lograría  una  consideración  automática de estos temas como ejes fundamentales del desarrollo integral, como parámetros para pensar e implementar el desarrollo  y, en consecuencia, se lograría su incorporación rutinaria en nuestros planes   y estrategias.  Los  planes   de  desarrollo sectorial y territorial,  social y económico, automáticamente tomarían e incorporarían aspectos de  tal  índole  como  parte  de  su rutina y no como algo especial, sujeto de decisión independiente y arbitraria


No  obstante lo  anterior, es  importante  aclarar que   a  nivel  de   organización  interinstitucional es  pertinente que  existan  arreglos,   acuerdos y sinergias claramente establecidas y con la capacidad de  transformarse y adaptarse en  función  de  un objetivo compartido; esta es la idea que orientará la sección 4 de este escrito en donde  se aborda  la organización de los procesos de intervención sobre el riesgo de desastres.


Es necesario  a este punto  indicar que la existencia de sistemas  organizacionales busca precisamente la integración de la gestión  del riesgo como  una estrategia para  la transformación del desarrollo; por ello, como  se sustentará posteriormente, no buscan  la  “ejecución” de  la  gestión  del  riesgo como si fueran  entes  aislados, sino la integración del enfoque y la práctica  de la gestión  del riesgo en el conjunto de actores sociales e institucionales que  participan  en  la creación  del riesgo  y en  su resolución.


Para profundizar y especificar el entendimiento del enfoque y la práctica de la gestión  del riesgo y su relación  con el desarrollo,  se propone considerar la gestión  desde  sus dos vertientes  principales, la correctiva y la prospectiva.


 La gestión correctiva y la gestión prospectiva del riesgo:

Una introducción

Durante mucho tiempo uno de las mayores preocupaciones de las instituciones,  gobiernos, sociedad  civil y academia interesada en  los problemas de riesgo y desastres, se ha concentrado en cómo reducir los contextos de riesgo existentes: edificios    mal    construidos,     comunidades  en lugares  inadecuados, evitar deslizamientos utilizando  sistemas  de terrazas o mecanismos  de sostenimiento de pendientes, evitar inundaciones usando sistemas de diques, etc. Estos mecanismos, como un todo, pueden ser descritos o clasificados como   de  tipo   correctivo   o  compensatorio de condiciones de riesgo ya existentes, producto de la mala ocupación  y uso del territorio.


El costo  de enfrentar estas  situaciones  de riesgo es sumamente alto  y es por eso que  poco  se ha avanzado en eliminar el alto número de casos de riesgo actual que eventualmente se convertirán en casos de desastre de grande,  mediano o pequeño impacto.  La intervención  en pro de la mitigación del riesgo existente  se ha conocido  últimamente como  gestión  correctiva  y los mecanismos  para logar su fin varían entre reordenamiento territorial de zonas  en riesgo,  recuperación ambiental, reestructuración de edificios y líneas vitales, readecuación agrícola, etc.


En contraste a  este  enfoque, el aumento en  el número de desastres y su impacto asociado durante los últimos  40 años  y la promesa que  los daños aumentarán en el futuro  con el cambio climático y otros  contextos negativos,   combinado con  la poca efectividad de medidas para reducir el riesgo existente y el crecimiento vertiginoso de población y modos de producción, ha conducido a la necesidad de pensar más proactivamente, prospectivamente, en cuanto al riesgo de desastre.


Las prácticas enfocadas en garantizar que el riesgo y sus  factores   no  se  consoliden  en  el  territorio, mediante la intervención sobre la aparición de nuevos  factores  de  riesgo,  se ha  dado  en  llamar gestión  prospectiva.  Los mecanismos   disponibles se encuentran en la práctica del ordenamiento territorial en las normas  constructivas, en la normatividad en cuanto a inversión pública y privada y en la consideración de los análisis de riesgo



Descentralización y gestión del riesgo: La relevancia de lo local


El  proceso    de   la   gestión   del   riesgo   admite diferentes entradas al problema desde lo sectorial o  lo territorial,  desde  lo social o  lo económico, por  vía de  la  gestión  ambiental, la  gestión  del territorio,  la consolidación  de los medios  de vida y las  condiciones  sociales  de  vida y por  vía del fortalecimiento de la gobernabilidad; por vías estructurales y no estructurales.


Entre los enfoques o niveles el que más atención ha recibido en la región es el nivel de lo “local”  y lo “comunitario” y, en consecuencia, las nociones y prácticas  asociadas  con  la  Gestión  del  Riesgo Local y Comunitaria. Aquí es necesario  establecer con claridad que la gestión  local y la comunitaria se remiten  a esferas  distintas  de acción,  aunque claramente  relacionadas. A la  vez  se  establece que hablar  de gestión  local se refiere  a la gestión municipal,  a  pesar  de  que  la noción  de  “local” no  se limita a esta  esfera  de gobierno, sino que permite  otras  acepciones en  su uso  y aplicación (Lavell, 2004 y 2009a,  2009b,  para  una  discusión detallada de estos aspectos).


Las características esenciales de la gestión en estos niveles   presentado anteriormente: la relación  explícita entre  riesgo y desarrollo  y la gestión de ambos;  la necesidad  de la participación  y la apropiación local y  comunitaria;  la  importancia  de  las  relaciones y sinergias con actores  y territorios de mayor jerarquía; la búsqueda e integralidad en la acción; la necesidad de ligar el tema de riesgo a las instancias locales de gestión del desarrollo, etc.


La importancia de lo local y lo comunitario reside no tanto en que define un área de intervención sino en que  el riesgo y los factores  que  lo constituyen se expresan  más fidedignamente en estos  niveles micro, y también es en estos niveles que el desastre, los daños  y pérdidas se concretan. Las diferencias en impactos zona por zona, localidad por localidad, comunidad  por   comunidad,  se   explicarían   en esencia por las diferencias que existen en exposición, vulnerabilidad  y características  del  evento   físico detonador. En consecuencia, la conciencia de riesgo, las opciones de medirlo escenificarlo, la inspiración para actuar, la opción de sostenibilidad de acciones, todo   esto   reside  en  el  involucramiento  de  los actores locales y comunitarios, y la implementación de un conjunto de acciones en estos niveles bajo el control de las autoridades y la población misma.


A la vez que se establece una relativa “autonomía” de lo local y lo comunitario en el tema  de riesgo, es fundamental reconocer la dependencia de estos niveles con otros territorios y actores.


Esta afirmación deriva del reconocimiento de que el riesgo “in situ” puede  ser generado o construido por  procesos  y actores  ubicados u  originados en  territorios más allá  de  lo local,  lo regional,  lo nacional  o  hasta lo  internacional.  Políticas  nacionales  sectoriales que  no  consideren el riesgo de  desastre pueden incrementar los  niveles de  vulnerabilidad en  los niveles  locales;  procesos   de  degradación de  los bosques en los límites superiores de cuencas tienen impactos en los niveles de amenaza y riesgo en las parte bajas de la cuenca; las emisiones de gases de invernadero en los Estados Unidos impacta el clima en los países andinos;  mecanismos  nacionales  de compensación social influyen los niveles de pobreza en los niveles comunitarios y en consecuencia los niveles de riesgo.


La  lección  que  se  deriva  de  estas  situaciones es que la gestión local y comunitaria debe articularse con, y poder influir en, la formulación de políticas y acciones en otros  niveles territoriales. La política y la estrategia nacional de  gestión de  riesgo deben   articularse con  lo local. Los ascensores entre  los niveles deben  ser estimulados y desarrollados.


Modelo conceptual sobre el proceso de intervención del riesgo de desastre


En esta  sección  se presenta un  esquema gráfico que  representa el  modelo   conceptual sobre  el proceso  de  intervención   del  riesgo  de  desastre; está fundamentado en las secciones anteriores que sustentaron los hitos del proceso  de construcción social del riesgo.


La gestión  del riesgo  de desastre, como  ha  sido considerada  en   esta   publicación,   considera   la intervención  permanente de los factores  de riesgo en los cuatro  hitos fundamentales descritos en el capítulo 1.2. (Ver cuadro 1) y de forma integrada a la gestión del desarrollo sostenible.




A continuación se presenta un esquema gráfico del proceso  global  de intervención  sobre  el proceso Riesgo - Desastre:

La gestión del riesgo de desastres, como esquema de intervención  sobre el proceso Riesgo–Desastre, considera  acciones específicas  frente  a cada hito. Estas acciones se agrupan en seis procesos clave o procesos constitutivos  esenciales de la gestión del riesgo: 1) Generar conocimiento sobre el riesgo de desastres en  sus diferentes ámbitos;  2) prevenir el riesgo futuro;  3) reducir  el riesgo existente;  4) preparar la respuesta; 5) responder y rehabilitar; y 6) recuperar y reconstruir.


Una propuesta de Mapa de Procesos, y una explicación de cada  uno  de estos  procesos  clave, se presentará en la sección 4, donde  se aborda  el enfoque organizacional de la gestión del riesgo de desastres a través de sistemas.


Como  resumen, se  presenta una  tabla   síntesis que  vincula el proceso  de creación  del riesgo de desastre con el proceso de intervención a través de la gestión del riesgo


Como se presentó en el capítulo  2.1.4., todos  los procesos  de  la  gestión  del  riesgo  de  desastres, en función  de los diferentes hitos del proceso  de construcción del riesgo, incorporan en alguna medida  acciones que pueden ser consideradas de tipo prospectivo o correctivo; incluso en el proceso número 6, fundamentado en la reconstrucción y recuperación post impacto, se aplican acciones que tipifican los procesos de prevención y de reducción de riesgos.


Autores: Lizardo Narváez, Allan Lavell, Gustavo Pérez Ortega
Mayor información siga el siguiente vínculo:

Centro de Capacitación y Prevención para el Manejo de Emergencias y Medio Ambiente  SOSVidasPeru Desde 1990 prevencionpe@yahoo.com https://sosvidasperutrujillo.blogspot.com

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