sábado, 8 de septiembre de 2018

Estudio del Enfoque por procesos de la Gestión de Riesgo de Desastres: Bases conceptuales




La organización como sistema

Las  organizaciones  son  entidades  creadas por  la sociedad  o por  grupos  de personas con el fin de lograr  en forma  conjunta un resultado, un producto, un bien o un servicio. El reto  de  crear  una  organización consiste  en  que ésta  opere  adecuadamente y logre  con  éxito  el propósito o misión para la cual fue creada.


En el siglo XX, durante los años  setenta, como consecuencia del cambiante y acelerado crecimiento  tecnológico y del conocimiento, y a raíz de la primera  gran  crisis energética mundial, se comienza a verificar que las organizaciones estructuradas  por   funciones   o  departamentos son demasiado rígidas y con poca capacidad  para adaptarse a los continuos y cada vez más agudos cambios   externos.   Las  investigaciones   en   esa época  conducen a  identificar  las  características de  aquellas  organizaciones que  logran  subsistir por  su capacidad  de  adaptación a las dinámicas del entorno y es, entonces, cuando  se comienza  a verlas como susceptibles de aplicar, en la práctica, los conocimientos ya avanzados en materia  de la teoría general  de sistemas y de cibernética.


Se entiende por sistema, en su concepción básica, a un conjunto de elementos que ubicados dentro de un ámbito común reconocible  interactúan entre sí y con el medio externo que los rodea, con el fin de lograr un fin común. Se observa  cómo  las organizaciones sociales,  al estar conformadas por un conjunto de elementos funcionales y especializados, que deben interactuar de manera dependiente y recíproca para lograr un fin común,  constituyen propiamente un  sistema básico. De acuerdo con ello, era  posible  no solo considerar  a  las  organizaciones como  sistemas, sino  también buscar  la  manera de  diseñarlas  y gestionarlas como tales.


De este modo la organización podía ser entendida y gestionada como un sistema integrado, como un todo,  conformado por  un  conjunto de unidades interdependientes, que se relacionan e interactúan entre  sí y con el medio externo  o entorno donde subsisten. Es decir, la organización puede  diseñarse  y gestionarse como un sistema, al tomar  en cuenta todos  y cada  uno  de sus componentes, pero  en especial las interrelaciones entre  éstos,  su mutua interdependencia e  interacción   con  un  entorno común.


En una  organización  concebida   como  sistema, todos  sus elementos deben  interactuar en forma articulada e integrada, como un todo, y convivir de manera equilibrada  con el medio  externo  que  la rodea, y donde cada uno de sus elementos, debido precisamente a esa interdependencia, pueden ser afectados por los cambios  que  ocurren  tanto en el entorno como  en  cualquier  otro  componente interno  de la organización.


Ello implica que,  como  sistema,  la organización debe  adaptarse constantemente ante   cualquier impacto que reciba de ese entorno o medio externo, de modo  que pueda  operar  o funcionar  de forma estable   y equilibrada,   a  pesar  de  los  continuos cambios que puedan originarse  y afectarla desde fuera,  y por lo tanto debe  disponer  o contar  con una capacidad  propia para poder  controlar y autorregularse ante esos impactos. Y  es  justamente,  a  través   de  esa   interacción e interdependencia, de alimentación y retroalimentación recíproca,  de acción y reacción de las unidades  entre  sí y con el entorno, como se establecen los mecanismos  para  autorregularse, y mantenerse estables  y operativas, en equilibrio, interna   y externamente, de  modo  que  puedan alcanzar  sus objetivos o resultados en escenarios dinámicos y cambiantes.


Estas  organizaciones,  diseñadas   y  entendidas como sistemas, deben contar no sólo con la capacidad  para  responder y adaptarse a los impactos del medio externo,  sino también de aprender de  sus propias  experiencias  y errores, y poder  desarrollarse mediante mecanismos propios  de autorregulación y control.  Es lo que se  conoce  como  “organizaciones inteligentes”, basadas para su diseño y gestión en la aplicación del pensamiento sistémico y de los principios de la cibernética. Este concepto sistémico aplicado a la organización implica que ella deba  ser analizada y considerada no como una estructura rígida, integrada por elementos funcionales  aislados  y especializados, sino que  debe  tomarse en  cuenta las dinámicas generadas por las interrelaciones que existen entre esas  unidades, así  como  sus  interdependencias recíprocas con el medio externo,  al cual afectan y por el cual también son afectadas.


Ser parte  del  principio de  que  cada  una  de  las unidades   funcionales   y  especializadas   que conforman una  organización no  se  encuentran aisladas,  sino  que  por  el contrario, interactúan, y son  interdependientes y se afectan de manera recíproca,  constituyéndose de este  modo  en una organización sistémica.


Las organizaciones vistas como  sistemas  podrán funcionar  y desarrollarse en la medida que logren equilibrios en sus interacciones internas  y con el entorno. Esto  lo  logran   mediante  mecanismos de regulación  o autorregulación que  les permite tener su propia capacidad de autodominio, control y adaptación, y poder  de  este  modo,  aprender de sus errores  y experiencias,  desarrollarse, y sobrevivir tanto a  los  impactos  internos  que  se producen entre sus elementos constitutivos, como a los recibidos del entorno cambiante, que es una de las principales características de la sociedad moderna, especialmente en  lo que  se refiere  al acelerado progreso en materia  de conocimiento y tecnología.



Procesos en una organización sistémica

Las interacciones  entre   los  distintos  elementos que  constituyen una  organización se  producen mediante impulsos o estímulos que son generados inicialmente  por uno de estos elementos internos o por el entorno, que a su vez genera o detona una reacción  en  otro  elemento, o  simultáneamente en varios de ellos, y que luego genera un encadenamiento de acciones  sucesivas, de causa - efecto,  o acción - reacción,  o de alimentación y retroalimentación, que al incidir y transmitirse  de unos a otros, hacen  que la organización funcione como un todo sistémico.


Por lo general,  estas  interacciones se inician con un impulso proveniente del entorno, que alimenta al sistema  en  la forma  de insumos,  información o requerimientos, que  luego  son  transformados sucesivamente  en   la  medida   que   va  pasando de  una  unidad  a otra  en  la organización, en  la forma  de entradas (input) – salidas (output).  Este conjunto de acciones  o actividades  mediante las cuales  interactúan las distintas  unidades  dentro de  la  organización, que  se  realizan  de  manera consecutiva   para   transformar  unos   insumos   o requerimientos en  productos o respuestas, es lo que se conoce como “proceso”.


Se  entiende  de   este   modo   que   los  procesos están  constituidos  por el conjunto de actividades realizadas    secuencialmente, concatenadas  en un  orden   lógico,  y ejecutadas por  las  distintas unidades  de  la organización para  responder en forma  conjunta y lograr  un  fin en  común.  Estas actividades  son  alimentadas y retroalimentadas recíprocamente por las distintas unidades  y desde el entorno, hasta  obtener el producto o resultado que es entregado finalmente al entorno a través del cliente o usuario externo que lo requirió. La organización sistémica  tiene  una  estructura, pero  ésta  puede  ser cambiante y adaptable en el tiempo,  según  sean  las condiciones  del  entorno y de  los cambios  internos  que  se experimenten. Digamos  que  la estructura es  un  retrato en  un momento determinado de la organización, porque dicha estructura es dinámica y tiene capacidad para cambiar y de adaptarse a los cambios que ocurren en el entorno y que pueden afectarla en el tiempo. Esta  característica le  permite  a  la  organización sistémica  responder y sobrevivir en  medios  muy cambiantes.


Las organizaciones estructuradas como  unidades funcionales aisladas, por el contrario, no toman en cuenta las interacciones o procesos  que existen o deben  existir entre  ellas y con el medio, lo cual las hace rígidas y con poca dinámica o capacidad para entender y adaptarse a las situaciones  cambiantes que  se  presentan, originadas  o  provenientes de otras unidades  con las que están articuladas, o del entorno. Si no se tiene conciencia de cómo operan esas interacciones e interdependencias entre unas y otras unidades, y con el entorno, no se contará con la  capacidad  suficiente  para  entender y resolver la diversidad de requerimientos o situaciones adversas  que  pueden afectarla. Esta dinámica  o capacidad de adaptación es precisamente una de las diferencias fundamentales entre una organización con  enfoque funcional  o  departamental y una organización con  visión  sistémica  o  basada   en “procesos”.


En  una   organización  con   enfoque   sistémico se identifican  los siguientes  elementos: 1) Los insumos, que la organización recibe de proveedores externos  (extrae  y asimila del entorno) para transformarlos en un producto o resultado final; 2) Los procesos, constituidos  por las interacciones sucesivas que deben  existir entre  las unidades  que intervienen  y participan dentro de la organización para  transformar,  progresivamente y en  forma conjunta, los insumos hasta obtener el producto o resultado final esperado; 3) El producto o resultado final   que   la  organización  genera  de   acuerdo con los requerimientos y las especificaciones  del cliente  o usuario  externo;  4) El cliente o usuario del  producto, que  también alimenta al  sistema con  sus  requerimientos y las  especificaciones   o características  del producto que se quiere lograr.



La misión y los procesos en una organización sistémica

En general,  toda  organización parte  de dos premisas:  1) Que  son  constituidas  por  un  grupo de  personas o  unidades  que  tienen  una  misión compartida o propósito común  que cumplir; y 2) Que para cumplir con esa misión lo hacen a través de procesos.


La misión  de  una  organización responde  a  las preguntas de por qué y para qué existe, cual es su razón de ser. Es el gran propósito que comparte el grupo de personas (o unidades) que conforman la organización, y por lo general  está  asociada  con alguna necesidad o requerimientos de algún cliente o usuario de los productos, bienes o servicios, que genera o va a generar la organización.


Los procesos  son el conjunto y secuencia  de actividades que debe realizar la organización para cumplir con su misión y poder generar los productos requeridos  para  satisfacer  los requerimientos de algún cliente o usuario. Implica que la realización de esas actividades debe estar alineada en un cierto orden   lógico  y consecutivo,   que  comienza   con algún requerimiento de un cliente, y partiendo de algunos  insumos iniciales en forma  de materiales o  de  información, estos  se  van  transformando sucesivamente  al  ir  agregando valor  con  cada actividad que se realice, hasta  lograr  el producto final, que será entregado al cliente o usuario  que lo requirió. De modo que, la esencia de cualquier organización está  en el grupo  de personas que  la conforman, en la misión o propósito que comparten; y en las acciones  e interacciones (procesos)  que  realizan estas personas, entre  ellas y con el entorno, para cumplir con su misión.


El hecho de que una organización esté conformada por personas y sus interacciones, la hace una estructura  dinámica,   viva  e   interdependiente, cuyos elementos deben  estar  ordenados y alineados para  funcionar  y operar  de manera armónica  y poder  cumplir de  este  modo  con  su misión  o  Razón  de  Ser.  Ello implica,  asimismo, que  la organización debe  tener  capacidad  para visualizar su futuro,  plantearse objetivos y metas, y  planificar   las  acciones   para   lograrlas.   Como entidad  humana también debe  tener  capacidad para crecer, aprendiendo de sus propios errores  y del entorno externo, así como para  internalizar sus aprendizajes y traducirlos  en conductas y hábitos; ésta  es  la base  de  lo que  se  conoce  como  una organización sistémica, inteligente, y con cultura de mejoramiento continuo.


A efectos  organizacionales, los procesos  son  la secuencia de actividades que realizan las personas o unidades  que  conforman la organización para cumplir con  su misión. A través  de  los procesos fluyen los insumos iniciales, en forma material o de información,  a los cuales sucesivamente se les va añadiendo valor con cada  actividad, hasta  lograr un producto o un servicio específico requerido por el usuario  o cliente.  La organización transforma los insumos en productos a través de los procesos, los cuales  se extienden a lo largo  de  la cadena proveedor – usuario,   cruzando distintas  áreas  y niveles jerárquicos dentro de la organización. Cuando  una  organización enfoca  su gestión  en los  procesos,   lo  que  busca  es  la  alineación   de los esfuerzos en  el cumplimiento de  su  misión, impartiendo a la organización una  dinámica  más motivadora y efectiva alrededor de dicha misión.




Mecanismos de regulación en una organización sistémica

La organización sistémica requiere de una capacidad propia de control para poder regularse o autorregularse, de manera que se pueda mantener estable  y operativa ante  los posibles impactos internos y del entorno cambiante. La cibernética,  desde  el punto  de vista organizacional, es el área del conocimiento humano que  estudia  la  forma  cómo  se comunican y “controlan” los elementos en  las organizaciones, vistas como sistemas  complejos, de modo que las mismas sean efectivas en el logro de sus objetivos (Beer, 1979). En este sentido, está comprobado que una de las formas  de controlar y regular el funcionamiento de una organización es a través  del continuo análisis y evaluación  de sus procesos.


Para  ello,  es  necesario  establecer  mecanismos de  control   y la  utilización  de  indicadores  que permitan medir y evaluar  el resultado, así como la eficacia, la eficiencia y la productividad de los procesos en la organización.


A través de los mecanismos  de regulación  o autorregulación la organización puede identificar cuándo  las interacciones entre sus distintas unidades o con el entorno no están  operando de manera adecuada o se están  desviando del logro de  su  objetivo o  misión común.  Estos desvíos, como  ya señalamos, pueden ocurrir  por  causas externas  o internas. Por esta  razón,  en  la organización se  diseña y establece el control  de la gestión y se define  un conjunto  de  indicadores   que  permite   verificar si la organización como  sistema está  operando adecuadamente.  Los  indicadores,   como   parte del mecanismo de control, permiten medir y verificar los posibles desvíos en la organización y determinar si está logrando los objetivos previstos (eficacia), y si lo está haciendo de manera eficiente al  optimizar  el  modo  y uso  de  los  recursos  e insumos necesarios.


Diseño de una organización sistémica

El diseño y creación de una organización sistémica pasa  por  varias etapas o fases:  1) la conceptualización del modelo organizacional orientado al cumplimiento de una misión previamente establecida, y acorde  con los principios y valores rectores  que regirán la organización; la definición de una visión de futuro  y de las estrategias necesarias  para alcanzarla; y la identificación  de los procesos, roles, responsabilidades y competencias requeridas   para    cumplir   con   la   misión   y lograr  la visión de futuro;  2) la planificación e implantación   del   modelo   organizacional;   3) la puesta en  marcha  de  la organización;  y 4) el  seguimiento,  evaluación,  control  y mejora continua de la organización.


En    consecuencia,    la    conceptualización    de una organización sistémica implica: definir claramente la misión de la organización; los principios y valores que regirán  la organización para cumplir con esa misión; visualizar su visión de futuro  y concretarla mediante objetivos generales y específicos; establecer una  o varias estrategias  para   poder   alcanzar   la  visión  de futuro   y  los  objetivos   que   se  derivan   de  la misma;  identificar  o revisar, analizar  y mejorar de  manera  continua  los  procesos   requeridos para cumplir con la misión y lograr los objetivos de la visión; e identificar los actores  (unidades o personas responsables), roles y responsabilidades en cada proceso,  así como las competencias requeridas para poder asumir esos roles y responsabilidades.


Organización gestionada por funciones versus gestionada por procesos

Todas las organizaciones desarrollan procesos, pero ellos cruzan las fronteras de las diversas entidades o unidades  que integran a la organización, por lo que  generalmente están  fragmentados, no  son visibles, ni medidos,  ni gerenciados como  tales, poco comprendidos y hasta anónimos. La  diferencia   que   existe   entre   la  gestión   de una     organización    basada     en    “funciones”, en comparación con una gestión basada  en “procesos”,    consiste     fundamentalmente   en que  el  enfoque “funcional” define  y establece áreas  de  trabajo  mediante la creación  de  varias unidades  especializadas  y jerarquizadas que  son responsables de diferentes actividades específicas, pero que al estar separadas por funciones dentro de la organización, no permite que ésta sea concebida ni entendida de manera integrada, como un todo, lo que genera un problema de fragmentación de la organización que impide visualizar y gestionar las interacciones que deben  existir entre  todas  las unidades  para  que la organización pueda  operar efectivamente. En el enfoque funcional se asignan funciones específicas a cada unidad y los procesos internos son concebidos y se limitan a cada unidad, de manera aislada y no integrada como un todo.


En el enfoque funcional cada una de las unidades especializadas  tiene  claridad de sus propios objetivos  particulares  y  de  sus  procedimientos internos,  de  forma  independiente de  las demás, y  por   lo  general   encuentra  dificultades   para entender sus  interrelaciones con  las  otras unidades, al no identificarse  con un fin último  o misión que  es compartida entre  todas,  sino que se orienta  al fin específico que le ha sido asignado a  cada   unidad.   Los procesos   en  este   tipo  de organización se identifican  solamente al interior de cada unidad, pero no se tiene claridad de cómo se conectan entre  sí, los unos  con los otros.  Son procesos   que  se  encuentran  fragmentados por unidades  funcionales,  sin que exista un elemento que explícitamente los conecte.


Por  el  contrario,  el  enfoque  de   gestión   por procesos busca identificar justamente cómo es que las distintas  unidades  se encuentran conectadas entre  sí a  través  de  los  procesos,   o  secuencias de actividades que deben realizar en conjunto, conscientes de sus respectivas  interdependencias, de forma  tal que puedan cumplir con una misión compartida.  En este caso la gestión  se enfoca  en determinar cuáles son los procesos y cómo es que las distintas unidades  participan en ellos.


Al identificar  y gestionar por procesos  a la organización, cada  unidad  tiene  mayor  claridad sobre su rol y responsabilidad compartida con las otras unidades, de manera integrada y no aislada, como un todo, lo que permite que cada una de estas unidades   comprenda mejor  cómo  debe  actuar, cuáles  son  sus interrelaciones   y cómo  agregan valor de manera sistémica  para  lograr  en  forma conjunta los resultados y objetivos  esperados, y cumplir de este modo con su misión y alcanzar  su visión de futuro. La idea  del  enfoque por  procesos  es  identificar cuáles son los procesos,  hacerlos  visibles y gestionarlos  como   tales,   con   el   compromiso y   la   interacción    permanente   de    todas    las unidades  organizacionales o  entidades (actores) participantes,  a  fin  de  obtener  el  producto o resultado de acuerdo con  los requerimientos de las partes  interesadas (receptores, usuarios  o clientes).




Características de una organización gestionada por procesos

Cuando una organización es diseñada y gestionada por procesos,  es factible implantar y lograr en ella los siguientes atributos: Repetitividad  de  los  resultados: Al establecer y aplicar los procesos se garantiza la homogeneidad de  los resultados, los que  podrán  obtenerse de manera permanente con un mismo grado  de calidad.


Mayor escala  de los resultados: Al gestionar por procesos  las diferentes unidades  que constituyen la  organización se  logra  que  todas  ellas  estén conscientes en forma conjunta de su participación e interdependencia en el logro de los resultados. No se trata  de un equipo o una unidad que aisladamente obtiene resultados homogéneos, sino toda  una  organización que  los obtiene. Se pasa de contar con “algunas personas” que saben cómo hacer las cosas, a “toda una organización” que sabe hacer bien las cosas. No son unas pocas personas, sino toda  la organización, la que  sabe cómo producir resultados de forma eficiente, repetibles y con calidad.


Mejora continua: La medición  y análisis continuo de   los   resultados,   permite    obtener   criterios para aplicar medidas correctivas que mejoren la eficiencia y calidad de los procesos,  y por tanto de los resultados. Conocimiento  propio:   El  modelo   de   procesos aporta un activo intangible  muy valioso: el conocimiento necesario  para hacer las cosas bien, con eficiencia y de forma homogénea.



¿Cómo mejorar la efectividad en las organizaciones mediante el análisis y mejora continua de sus procesos?

Como planteamos al inicio de esta  sección, toda organización se crea con la idea de que sea exitosa, lo  que  significa  que  puede   cumplir  y lograr  su misión, que es su razón de ser y por la cual ha sido creada.  El reto de crear una organización consiste en  que  ésta  opere  adecuadamente y logre  con éxito el propósito o misión por la cual fue creada.


Si las diversas unidades  que  conforman la organización no están alineadas hacia un fin común, difícilmente podrán  alcanzarlo, porque  cada  una tenderá a buscar sus propios objetivos específicos y los  esfuerzos se  dispersan  y posiblemente se contrarresten unos con otros. La organización, en este  caso,  no tiene  orientación, ni posibilidad de lograr su misión. Por eso es importante encuadrar a todas las unidades  de la organización dentro de un mismo  contexto o marco de acción orientado hacia una misión común, de modo que tengan un mismo norte  que las oriente  y motive, y que todas a su vez, comprendan que son parte  indivisible de esa misión compartida por todas.

Una organización mejora  cuando  logra optimizar su productividad y la efectividad de sus resultados, y para  ello  es  fundamental  orientar la  gestión hacia una  misión común,  compartida y conocida por todas las unidades que la integran, y asimismo definir, alinear  y controlar los procesos  mediante los cuales estas unidades  interactúan para cumplir con esa misión. Cuando   las  mejoras   están   enfocadas  sólo  en las áreas  funcionales  se tiende  a generar mayor ruptura dentro del proceso. Una gestión basada en procesos busca la alineación de las actividades que desarrolla en el cumplimiento de su misión, impartiendo a la organización una dinámica más motivadora y efectiva.

Cuando  una organización es gestionada por procesos y se aplica el concepto de mejora continua mediante el seguimiento, análisis y evaluación  en el desempeño de sus procesos,  podrá optimizar la productividad y efectividad de sus resultados.




Mapas de los procesos de una organización

El mapa de procesos es una representación gráfica que permite tener la visión de conjunto de todo el quehacer de una organización en una sola página. Es un instrumento que facilita la alineación  de los esfuerzos hacia el cumplimiento de la misión de la organización y el logro  de su visión de futuro. Sirve como  guía  normativa   para  identificar  los procesos  y orientarlos al logro de la misión de la organización.

Se pueden identificar tres tipos de procesos en una organización:


1. Procesos Claves o Misionales: son aquellos  que responden directamente  a la misión  o Razón  de Ser del negocio. A través  de ellos se obtienen los productos o servicios requeridos por los usuarios o clientes externos.


2. Procesos de Apoyo: proveen  y administran recursos humanos, recursos financieros, infraestructura, servicios, tecnología de información,   etc.    requeridos     para    que    los Procesos  Claves puedan ocurrir.  Atienden  a  los requerimientos de clientes internos.


3.  Procesos  de  Dirección: proveen  el direccionamiento de  la Organización;  tienen  que ver con  la planificación  estratégica,  la asignación de recursos  y la evaluación  del desempeño de la organización como un todo.


Los procesos pueden ser desglosados o desplegados al nivel de detalle que sea necesario para su gestión. De este modo, un proceso puede ser desglosado en subprocesos y éstos  en actividades generales y así sucesivamente, hasta  llegar  a un  nivel de  mayor detalle como son las tareas específicas.


Análisis de los procesos

Una vez que se haya establecido claramente cuál es la misión de la organización y a partir de ella se  hayan  identificado y definido los  diferentes procesos   clave  o  misionales,   los  de  apoyo   y los   de   dirección,   será   necesario    analizar   la situación  de inicio o actual  de cada uno de estos procesos,  de  modo  que  se puedan identificar  y evaluar  oportunidades de mejora e implantarlas posteriormente.


El análisis del proceso implica revisar cada una de las actividades que los conforman y su secuencia u orden  lógico  con el fin de determinar  cuál es el valor agregado en cada  una  de ellas, verificar que no se estén  realizando duplicaciones de esfuerzos, o que se presenten “cuellos de botella” en la interacción entre unas y otras. Con el análisis del  proceso  se  procura  también estandarizar y simplificar la ejecución de las actividades, reducir el tiempo del ciclo del proceso,  y garantizar de este modo que se obtengan resultados a pruebas de  errores,  que  sea  más  eficiente  la utilización de los sistemas  de apoyo,  y que  entre  todos  los actores  responsables de  los procesos  exista un lenguaje  común y entendible.


El análisis de los procesos  se realiza siguiendo  las siguientes etapas: 1) La planificación y preparación del análisis; y 2) El análisis de la situación propiamente.Para  la planificación  y preparación del análisis y posterior  rediseño  de los procesos  será necesario conformar previamente un equipo de análisis involucrando  a   distintos   actores;    realizar   un curso  tutorial  sobre  cómo  se realiza  el análisis y el rediseño  de procesos  con el fin de capacitar  al equipo de trabajo involucrado; se elabora luego un plan de trabajo  del equipo para realizar el análisis de los procesos;  y se procede  con las entrevistas preliminares  a los actores  responsables, mediante las cuales se conoce y analiza el desempeño de los procesos.


En  la  segunda  fase,   referida   propiamente  al análisis la situación  actual,  es necesario  elaborar una caracterización del proceso  en el que se identifiquen claramente cuáles son los  objetivos, actores, alcance y actividades del proceso sujeto al análisis. Como  punto  de partida,  en la caracterización se definen los objetivos  generales de cada  proceso. Asimismo se identifican  los actores,  que son todas aquellas entidades o unidades que impactan  o son impactados por  el  proceso.  Adicionalmente, es necesario  identificar  el alcance  de cada  proceso, con  qué  actividad  se inicia y con  cuál  concluye; igualmente es  necesario  conocer  cuáles  son  los insumos  y los proveedores; las actividades que se realizan desde la actividad inicial, comprendiendo las principales actividades, hasta  la actividad final; el producto: ¿cuál es?; y, por último,  el cliente  o receptor del producto.


Tomando como base la caracterización del proceso, el siguiente paso consiste en levantar el flujograma del proceso en el que gráficamente se identifican las diferentes actividades que conforman el proceso y la secuencia  tal  como  se realizan.  Se identifican asimismo  las  entidades o  unidades   funcionales responsables de cada actividad. De este modo  cada proceso  se describe en forma de diagrama en el que se identifican las actividades, la secuencia como se realizan, las interrelaciones y los actores responsables de ejecutarlas.


La elaboración y análisis  del  flujograma  implica los  siguientes   pasos:  1)  Definir  las  actividades que   conforman  el  proceso;   2)  Identificar   las unidades funcionales  relevantes para  el proceso;3) Establecer  la secuencia  de  las actividades;  4) Graficar el diagrama con el proceso, las actividades y  su   secuencia   tal   como   se   ejecutan  en   la actualidad, sin cambios ni mejoras; y 5) Identificar y documentar los puntos  de ruptura en el flujo de actividades.



Elementos básicos de diagramación

En la elaboración del flujograma se utilizan generalmente las  siguientes  formas  de representación gráfica:


      Actividad    inicial    y   actividad    final:   Se representan con un circulo grande, con la frase que describe cual es la actividad inicial o final.

      Actividades del proceso: Se representan con un rectángulo y escrita la frase que describe la acción.

      Decisión: Se grafican  en  la  forma  de  un rombo  con preguntas que requieren respuestas de sí o no.

       Dirección:     Encadenamiento     mediante
flechas entre las actividades y las decisiones

      Conexión: Un círculo pequeño numerado que   sirve  para   conectar  un   flujograma con  otro  (que  contiene el mismo  círculo numerado como punto  de conexión o seguimiento).


El flujograma  es  la  herramienta  que   permite identificar  aquellas  actividades  con problemas o en  situaciones que  requieren mejora (retrasos, cuellos de botellas,  duplicaciones, etc.). Los problemas identificados son analizados para identificar la causa raíz mediante técnicas como: El ¿Por qué?,  la Espina de Pescado  o la Curva de Pareto. Como   resultado  del   análisis  de   la   situación actual  se identifican las actividades del proceso que tienen problemas, en qué consisten esos problemas u oportunidades de mejora, y cuál es la causa-raíz que origina el problema.


Otro  producto  que  se  obtiene  en  la  fase  de análisis de los procesos es la definición de indicadores para  medir el desempeño y evaluar los resultados del proceso,  así como la medición de los valores  actuales  de esos  indicadores  con los que se levanta  la línea base o situación inicial del proceso. Asimismo, durante la fase de análisis es posible identificar  acciones de mejora  que no tienen que esperar por el rediseño del proceso. Las “Acciones Rápidas” son propuestas que deben ser analizadas cuidadosamente, presentadas para su aprobación y delegadas a un equipo de trabajo para su implantación.


Una vez identificadas las oportunidades más importantes se concretan en propuestas de mejora para  el proceso  que  se documentan y presentan en una  planilla de descripción de oportunidades. Los resultados del análisis de  la situación  actual sirven como  insumos  para  generar nuevas  ideas y desarrollar  propuestas de cambio  con el fin de mejorar el desempeño del proceso y lograr que sea eficaz y eficiente.


Rediseño de procesos

En la fase de rediseño se deciden y establecen las mejoras y se procede  luego a implantarlas con el fin de superar  los problemas detectados. De este modo  se busca  que  las actividades del  proceso puedan fluir sin interrupciones, de  una  manera continua, y logren sus objetivos de manera eficaz y eficiente. El rediseño del proceso  implica, además, el desarrollo  de una  nueva  visión de futuro compartida entre los distintos actores o entidades que  participan  en  el  proceso,  así  como  revisar los objetivos y metas  del proceso,  desarrollar las propuestas de  mejoras para  su implantación, y redefinir o adecuar los roles y responsabilidades para la ejecución de las actividades.


A partir de esta nueva caracterización se procede a  diagramar el proceso  mejorado en  el que  se grafican las unidades organizacionales que deben participar  en él (algunas  pueden ser totalmente nuevas), se definen las principales actividades asociadas al proceso  y se incorporan tantas oportunidades de mejora como  sea posible y se contrastan  con  sus  objetivos  para  asegurar  la consistencia,  validez y efectividad del proceso rediseñado. Asimismo se señalan las implicaciones y requerimientos de los sistemas de información, así como cualquier otra premisa en que se base el nuevo flujograma.


Con  base  en  el proceso  rediseñado y el nuevo flujograma en el que se han incorporado las mejoras,  se  elabora   un  plan  de  acción  de  una forma  esquematizada, en el que  se debe  incluir respuestas a preguntas, tales como: ¿Qué se necesita para implantar el nuevo proceso? (Tareas específicas, arreglos, etc.); ¿Cuándo debe hacerse cada  tarea? (¿Deben  hacerse  algunas  antes  que las otras? ¿Cuándo debe terminarse cada tarea?); ¿Quién  hará  cada  tarea?;  ¿Cómo  se hará?  (Por ejemplo,   métodos  específicos.);  ¿Qué  recursos se necesitan? (Por ejemplo, materiales, equipos, asesoría de expertos, etc.); ¿Existen circunstancias o necesidades especiales que deben  ser tomadas en cuenta?


Para  la  ejecución  de  este   plan   de  acción  es necesario   conformar  equipos   de   trabajo   con los responsables de la implantación, que se encargarán  de   definir   cómo   la   realizarán   y de desarrollar  el respectivo cronograma de actividades. El análisis, evaluación y mejora continua de  los procesos   permite   a  la  organización  adecuarse a los cambios  e impactos  del entorno, y los que se generan internamente. Será necesario,  por lo tanto, que de manera constante la organización haga  el seguimiento, evaluación  y control  al desempeño de sus procesos con el fin de mejorar y garantizar  la  efectividad  en  el  logro  de  sus resultados y poder  adaptarse a las dinámicas cambiantes e impactos de origen interno y externo.


Para   enfocar   por  procesos   a  la  gestión del riesgo de desastre, es necesario comprender y distinguir  que  existen  dos tipos de procesos  esenciales relacionados con el Riesgo del Desastre: por una parte, los que tienen que  ver con  la  Generación o  Construcción  del Riesgo, desarrollado en la sección 1; y, por la otra, los que tienen que ver con las distintas Formas de Intervenirlo, desarrollado en la sección.


Como  se  indicó  anteriormente  en  el  proceso   Riesgo-Desastre se  identifican  cuatro   hitos  fundamentales:  (1) la  creación  del  riesgo  futuro,   que  consiste  en la creación  de  factores/condiciones de  riesgo  a futuro; en este hito, el determinante fundamental tiene que ver con la probable exposición de elementos    socioeconómicos    en    condiciones de vulnerabilidad frente  a fenómenos físicos potencialmente peligrosos y la creación misma de los peligros y vulnerabilidades, como una expresión de condiciones inseguras como  consecuencia de presiones dinámicas y causas  de fondo  que  son sociales, políticas y económicas; (2) la consolidación y/o permanencia del riesgo actual,  que se refiere a  la verificación  de  los factores/condiciones  de riesgo  en  el territorio  como  hechos  ya creados, caracterizado  por  la  probabilidad  de  pérdidas a  futuro,  y que  son  igualmente condicionados por   causas   políticas,   sociales   y  económicas; (3) la  actualización  del  riesgo  o  la  ocurrencia del desastre, que  se refiere  al hito  en  donde  el fenómeno peligroso  se  manifiesta impactando los elementos socioeconómicos expuestos en condiciones de vulnerabilidad; en este hito se actualiza el escenario de riesgo, evidenciando efectivamente  los  daños   y  las   pérdidas   que están  en función de las condiciones inseguras en relación con el fenómeno físico detonante; y (4) la transformación del escenario de riesgo como consecuencia del  impacto del  fenómeno físico. Tal impacto, como  se sustentó en  la sección 1, está determinado por la vulnerabilidad de los elementos   socioeconómicos   expuestos.   Este hito se caracteriza por la presencia de un nuevo escenario  de riesgo post desastre.


Frente a estos hitos del proceso social de construcción del  Riesgo–Desastre, se  proponen los procesos de “intervención” que fueron abordados en  la sección 2 y que  constituyen la esencia de lo que se ha definido como la Gestión del Riesgo de Desastres,  que comprende el conjunto de acciones y medidas  que la sociedad, de  manera organizada,  puede   y debe   aplicar, para evitar o impedir que se construya el riesgo de desastre y, en caso de que ya exista, para reducirlo o controlarlo, así como  para  responder cuando ocurra  el  evento   peligroso;  y después   de  que éste  haya ocurrido, para  recuperar y reconstruir las zonas afectadas. Todo esto contenido en una estrategia integral de desarrollo  sostenible.


La intervención del riesgo se ejecuta en función del  proceso   Riesgo  -  Desastre,   y se  aborda   a partir  de  los  distintos  procesos   generadores o de construcción del riesgo de desastres. Por ejemplo,  se pueden intervenir  los procesos sociales generadores de fenómenos peligrosos y de vulnerabilidades actuando sobre las causas de fondo y las presiones dinámicas que los crean, esto es abordando el problema desde  el origen (por ejemplo, mejorando el acceso a terrenos seguros para la población de bajos ingresos). Actuar antes de que  se genere el riesgo implica en todos  los casos  una   estrategia  que  propone  reflexiones sobre las formas de uso y ocupación del territorio y sus recursos,  requiere instrumentos específicos de planificación y conocimiento adecuado de la dinámica del riesgo en la sociedad.


Asimismo, la intervención  puede  y debe realizarse cuando  el riesgo  de  desastre ya es conocido,  lo que significa que se ha identificado la concurrencia de un peligro con elementos socioeconómicos expuestos en  condiciones   de  vulnerabilidad   en relación  a ese  peligro.  En este  caso,  habría  que tomar medidas, bien sea para reducir previamente los posibles impactos  antes  de que  el fenómeno detonante ocurra,  como podría ser, por ejemplo, la  construcción  de  represas   o  diques  en  sitios con  frecuentes inundaciones, etc.,  o  bien,  para eliminar, corregir o reducir las vulnerabilidades identificadas y expuestas al peligro, como la reubicación  de familias, con  lo que  se reduce  el riesgo  de  desastre.  Igualmente, la  intervención en  este  caso,  cuando  el riesgo  ya es  conocido, debe orientarse al establecimiento de medidas de preparación de  la comunidad y las instituciones para  afrontar y responder frente  al probable escenario de desastre.


Cuando el fenómeno es inminente o efectivamente se manifiesta, es necesario  intervenir  de manera inmediata mediante la atención y asistencia de las situaciones de emergencias que se presenten. Después de ocurrido el fenómeno, será necesaria la intervención  para restablecer provisionalmente un cierto nivel de actividad social y económica de la comunidad afectada; y una vez que se identifique y evalúe la magnitud de los daños  producidos,  la intervención  se orientará hacia  la formulación  y ejecución de planes y proyectos  de recuperación y reconstrucción de las zonas afectadas.



De acuerdo con la idea presentada en la sección

1,  sobre  el  continuo del  riesgo,  es  importante recordar que el riesgo de desastre no deja de estar presente,  ni  desaparece totalmente  cuando   se ejecutan cualquiera  de estas  medidas  o procesos de intervención, sino que se va transformando en nuevas formas de riesgo. Así, por ejemplo, cuando ocurre el fenómeno, pueden aparecer nuevos riesgos  colaterales  o  derivados,   como  son:  las caídas  de cables  eléctricos  que  originan  posibles electrocuciones, inundaciones por deshielos no previstos, incendios  por explosiones,  etc., que no son,  en  este  caso,  una  consecuencia directa  del impacto  primario, sino de sus efectos  posteriores; y así mismo,  después  de  ocurrido  el fenómeno, también pueden aparecer otros  tipos de riesgos, como son las hambrunas, las epidemias, etc.


Los procesos de intervención que tipifican la gestión del riesgo  de  desastres, tal  como  se indicó en  la sección 2, han sido identificados en función de los cuatro  hitos  fundamentales del  proceso  Riesgo - Desastre,  y han  sido organizados en seis procesos principales: 1) generar conocimiento sobre el riesgo de desastres en sus diferentes ámbitos, 2) prevenir el riesgo  futuro,  3) reducir  el riesgo  existente,  4) preparar la respuesta, 4) responder y rehabilitar,  y 6) recuperar y reconstruir.


En la sección anterior se indicó que una organización   puede    diseñarse    y   gestionarse como  un  sistema,  cuando   se  toman en  cuenta todos  y cada  uno  de sus componentes, pero  en especial las interrelaciones entre  éstos,  su mutua interdependencia e  interacción   con  un  entorno común. De esta  forma,  los procesos  de intervención no deben   ser  entendidos  como  independientes o separados, de hecho son continuos (no responden a un proceso  lineal como era el caso del enfoque del ciclo de los desastres),  son interdependientes (por ejemplo, no se puede entender la prevención o  la  reducción de  riesgos sin que  previamente exista  una   gestión   del  conocimiento  sobre   el riesgo de  desastres),   y además son  complejos, pues deben estar inmersos en la dinámica del desarrollo.


A continuación se  propone una  reflexión  sobre la misión de un  sistema  organizacional  a partir del cual fomentar, direccionar  e implementar la gestión del riesgo de desastres.





La misión de un sistema para la gestión del riesgo de desastres


La organización social requerida para  la gestión del riesgo de desastres implica la participación  de muchas  entidades, con distintas  especialidades y campos de acción que desarrollan conjuntamente actividades en diferentes niveles, nacional, subnacional y local, e inclusive internacional. Es una organización compleja que requiere ser entendida y gestionada como un sistema integrado.


En términos   generales, se  ha  determinado que la misión de esta organización consiste en la articulación, organización y coordinación de todos los actores  sociales e institucionales, involucrados en  la gestión  del riesgo  de  desastres, con  el fin de prevenir  y reducir los factores  de riesgo en la sociedad  y garantizar la oportuna respuesta, recuperación y reconstrucción post desastre; aportando con ello a la protección  y seguridad  de la población y sus medios de vida y conjuntamente al desarrollo sostenible en el ámbito de su acción.


Como  se ha  señalado  anteriormente,  es a través de los procesos  cómo  una  organización sistémica logra  cumplir con su misión. Si ésta  se encuentra claramente definida,  se pueden identificar  y determinar cuáles son esos “procesos clave o misionales” a través de los cuales la organización cumple   con  ella.  El  análisis  y  mejora  continua de estos  procesos  permiten a su vez evaluar  si la organización está orientada y cumple efectivamente con su misión, que es la razón por la cual existe.


Entendemos por gestión al conjunto de actividades que se realizan y son necesarias  para lograr un fin determinado o misión específica. Estas actividades consisten  fundamentalmente en planificar las acciones  requeridas   para  lograr  el  fin,  procurar los  recursos  necesarios,  ejecutar   las  acciones,  y hacer   el  seguimiento,  evaluación   y  control   de esa  ejecución.   Tradicionalmente,  la  gestión   se ha  enfocado en  las  unidades   o  departamentos que   integran  una   organización,  y  de  acuerdo Finalmente, el nivel sectorial combina la formulación de políticas sectoriales  y el asesoramiento técnico en su aplicación. Dependiendo del nivel de desconcentración de la función pública del estado, el nivel sectorial puede  ejecutar  directamente las acciones específicas de cada proceso.


A continuación se presenta un resumen descriptivo de  cada  uno  de  los procesos  constitutivos  de  la Gestión del Riesgo de Desastres


Proceso clave “Generar conocimiento sobre el riesgo de desastre en sus diferentes ámbitos”


Los procesos  clave o misionales requieren para su gestión  de los procesos  de apoyo  y los procesos dirección, a través  de los cuales se les provee  de los  recursos  y la  direccionalidad  necesaria   para cumplir con su misión.


Son  procesos   de  dirección,  en  forma  genérica, los siguientes:  “Desarrollar  la base institucional  y organizativa”, que  implica elaborar y establecer la  normativa   que  regirá  a  la  organización,  así como las medidas  regulatorias necesarias  para su correcto  funcionamiento; “Planificar  y organizar la intervención”, mediante el cual se establecen los planes de acción, sus estrategias y la forma de organizar al sistema  para  ejecutar  esas  acciones estratégicas; y “Hacer  seguimiento, evaluación  y control”, que es requerido en todas las actividades que se ejecutan en los distintos procesos clave, con el fin de medir mediante indicadores sus resultados, su efectividad en el logro de los objetivos y en el cumplimiento de la misión común,  así como para definir y aplicar las medidas correctivas que fuesen necesarias.


Los procesos  de apoyo  son  aquellos  a través  de los  cuales  se  proveen   recursos  y la  difusión  y comunicación,  necesarios  para  que  los procesos claves puedan operar  y lograr sus respectivos objetivos  y para  lograr  la  sostenibilidad   de  las acciones desarrolladas. En el mapa de procesos de la gestión del riesgo de desastre se han indicado de forma  genérica  los siguientes  procesos  de apoyo: “Procurar   recursos” que  puede   desplegarse en subprocesos de procura  de talento humano, recursos financieros,  materiales, tecnología, infraestructura, servicios, etc.; y el proceso “Informar  y educar  sobre  la  intervención”, que consiste en garantizar el correcto  flujo de la información  entre  la población  y las distintas entidades involucradas.


LA GESTIÓN DEL RIESGO DE DESASTRES DESDE EL ENFOQUE  DE PROCESOS


Los procesos  clave o misionales  generan los productos requeridos  por  la sociedad  (usuario  o beneficiario  externo).  Los procesos  de  dirección y de apoyo generan productos requeridos internamente por los procesos  clave para  que  el sistema,  como  un  todo,  pueda  operar  y generar sus productos a la sociedad con la calidad exigida, de  modo   tal  que  contribuya   efectivamente en brindarle la protección  y seguridad  necesaria  ante el riesgo de desastres, y en contribuir asimismo con el desarrollo sostenible. A nivel  de  la  subregión andina   se  cuenta  con herramientas para  el desarrollo  de  los procesos de dirección y de apoyo a la gestión  del riesgo de desastres. En el cuadro  5 se presenta algunos  de ellos y la referencia para su acceso y consulta.


¿Cómo entender los procesos de la gestión del riesgo en el contexto del MAH, de la EAPAD y de las políticas de acción de los países andinos?


A nivel internacional se han adelantado esfuerzos por  acotar   y  tipificar  la  gestión   del  riesgo  de desastres en áreas o ejes temáticos, políticas sectoriales o principales líneas de acción. Los enfoques han sido variados y han privilegiado, en muchos  casos,  un  entendimiento del  problema que privilegia acciones consideradas como críticas, tal es el caso de la preocupación por la educación y la  comunicación  como  una  línea  central  o  la protección  financiera frente a riesgos y desastres.


En este  documento no se pretende homogenizar la forma  de entender los procesos  a partir de los cuales se puede  organizar la gestión del riesgo de desastres; el enfoque que  proponemos distingue entre procesos clave, procesos de dirección y procesos de apoyo, en ningún caso estos procesos deben  verse y analizarse por separado.


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