La intervención
psicológica durante emergencias y desastres ofrece recursos para afrontar
situaciones de crisis. Son técnicas basadas a ayudar a todo
tipo de población afectada por un incidente crítico, aplicándose en las
primeras horas tras el impacto. Con su aplicación buscamos
reducir el nivel de estrés y fomentar la adaptación y el afrontamiento a corto,
medio y largo plazo.
Las
fases de los Primeros Auxilios Psicológicos
La
aplicación de los PAP está dividida en ocho fases. A continuación veremos qué
hacer y qué no hacer en cada una de ellas.
1.
Contacto y presentación
La presentación ante el
afectado debe realizarse de una forma no intrusiva, explicando quiénes somos y
qué hacemos. No debemos avasallar al afectado, nos mantenemos cerca pero sin
ser intrusivos. En este momento la otra persona está en estado de alerta, así
que no hay que dejar espacio a incertidumbre, ya que esta puede ser una fuente
de miedos.
Un
buen acercamiento es la clave para la correcta y efectiva aplicación de los
PAP, ya que establece el tono que va a tener toda la relación que va a seguir a
esta fase.
2.
Alivio y protección
Los afectados deben saber
que estamos ahí para cubrir sus necesidades básicas, que estamos ahí para que
no se preocupen por más cosas; desde promocionar agua y comida hasta un
cargador del móvil o un teléfono con el que ayudar a la reagrupación familiar.
De ese modo pueden ir relajándose poco a poco y dejar de temer por la
incertidumbre del presente.
3.
Contención emocional
En muchas ocasiones los
afectados por una emergencia se encuentran en estado de shock, desorientados y
desubicados. Nuestra labor como psicólogos de emergencias será orientarlos en
el espacio y en el tiempo de una manera no agresiva, adaptándonos a la realidad
del paciente.
4.
Recogida de información
La forma en la que
interactuamos con el afectado es muy importante, debemos hacerlo de manera en
la que no se sienta incómodo, así podremos acceder a la mayor información
posible para brindar la ayuda más eficaz.
Para
ello debemos hablar de forma pausada, explorando todas las necesidades y
clarificando la información, además debemos ordenar las prioridades de atención
y atenderlas en función de los recursos disponibles. No debemos dar consejos
triviales al igual que tampoco trivializaremos las necesidades en función de
nuestras opiniones.
5.
Asistencia práctica
Antes de nada deberemos
anticipar informaciones prácticas útiles de las que quizás las víctimas no son
conscientes aún,como dónde están los lavabos, los puntos de reagrupamiento, el
avituallamiento… etc.
Ante
las preguntas de los afectados con esta información conseguiremos rebajar su
ansiedad y cumplimos con el objetivo de satisfacer sus necesidades básicas.
Así, la ansiedad deja de acumularse, dado que ofrecemos atención en lo más
fundamental.
6.
Conexión con la red social de apoyo
Es de suma importancia
ayudar a los afectados a conectar de nuevo con su red de apoyo. Ya sea
facilitándoles un teléfono con el que ponerse en contacto o, en el caso de que
no lo tengan, contactando con las fuerzas de seguridad para requerir su ayuda
en esa labor.
Hasta
que no haya nadie acompañando a esa persona, preferiblemente de su red de
apoyo, no nos marcharemos.
7.
Pautas de afrontamiento
La labor más importante
será la de normalizar síntomas, muchos afectados creen que además de lo que les
ha pasado se están volviendo “locos”, debemos alejar esa idea informando de las
reacciones básicas de estrés esperables en las próximas horas y días.
Se les entrena en técnicas
de relajación básicas, siendo la respiración diafragmática la técnica de
elección, así conseguiremos reducir su nivel de actividad fisiológica y les
daremos una herramienta de afrontamiento ante posibles futuros síntomas.
Por
el contrario, no deberemos decir que ahora tiene que ser fuerte o valiente; lo
único que hacemos con esa afirmación es no dejar al afectado experimentar sus
propios recursos de afrontamiento..
8.
Conexión con servicios externos
A la hora del cierre de la
intervención, como hemos hecho al inicio, deberemos explicar que nos marchamos
y cuál va a ser el proceder a partir de ese momento.
No
dejaremos solos a los afectados, nos marcharemos cuando llegue la red de apoyo
social de la víctima o, en su defecto, nuestro relevo. Además deberemos dar
pautas al afectado sobre cuándo y a quién pedir ayuda, conectándola con la red
de salud pública.
¿Qué
nos ocurre después de un desastre u otro acontecimiento traumático?
La conmoción y la negación
son respuestas típicas a los eventos traumáticos y desastres, especialmente en
los primeros días posteriores. Tanto la conmoción como la negación son reacciones
normales de protección.
La conmoción es una
perturbación súbita y a menudo intense que afecta su estado emocional, y puede
hacerle sentir aturdimiento o confusión. La negación consiste en no reconocer
que ha ocurrido algo muy estresante, o en no reconocer totalmente la intensidad
del acontecimiento. Incluso podría sentirse temporalmente paralizado o
desconectado de la vida. En la medida que desaparece la conmoción inicial, las
reacciones pueden variar de acuerdo a la persona afectada. Sin embargo, estas
son las respuestas normales a un acontecimiento traumático:
Los sentimientos se hacen
intensos y a veces impredecibles. La persona puede volverse más irritable de lo
usual, y su estado de ánimo puede cambiar de forma sin precedentes. Puede
sentirse ansiedad o nerviosismo, e incluso depresión.
El trauma afecta los
patrones de pensamiento y comportamiento. Se pueden tener recuerdos repetidos y
vívidos del acontecimiento. Esas visiones retrospectivas pueden producirse sin
razón aparente, y pueden provocar reacciones físicas como taquicardia o
sudoración. También se puede confrontar dificultades para concentrarse o tomar
decisiones, o sentir confusión con mayor facilidad. Además, se pueden alterar
los patrones de sueño y alimentación.
Las reacciones emocionales
recurrentes son comunes. Los aniversarios del acontecimiento, como el mes o el
año, pueden desencadenar recuerdos desagradables de la experiencia traumática.
Estos “desencadenantes” pueden estar acompañados por el temor de que se repita
el acontecimiento estresante.
Con frecuencia se afectan
las relaciones interpersonales. Se generalizan mayores conflictos, como
discusiones más frecuentes con familiares y compañeros de trabajo. Por otro
lado, se puede experimentar distanciamiento o aislamiento, y rechazo de las
actividades usuales.
Los síntomas físicos
pueden acompañar al estrés extremo. Por ejemplo, dolores de cabeza, náuseas y
dolores en el pecho que pudieran necesitar atención médica. Además, los
trastornos preexistentes pueden empeorar debido al estrés.
¿Por
qué las personas responden de forma diferente con el paso del tiempo?
Es importante darse cuenta
de que no existe un patrón “estándar” del estrés extreme provocado por
experiencias traumáticas. Algunas personas responden de inmediato, mientras que
otras experimentan reacciones retardadas que aparecen meses o incluso años
después. Algunas sufren efectos adversos durante mucho tiempo, mientras que
otras se recuperan con bastante rapidez.
Asimismo, las reacciones
pueden cambiar con el paso del tiempo. Algunas personas que han sufrido un
trauma se sienten energizadas inicialmente para asumir el reto de enfrentar la
situación, para luego sentirse desanimadas o deprimidas.
Varios
factores tienden a afectar la extensión de tiempo necesaria para la
recuperación, tales como:
El grado e intensidad de
la pérdida. La recuperación de los acontecimientos de larga duración que
constituyen una mayor amenaza, y en los que se sufre la pérdida de vidas o la
pérdida sustancial de propiedad, es mayor.
La capacidad general de
una persona para enfrentar situaciones que le afectan emocionalmente. Las
personas que han pasado por otras circunstancias difíciles y estresantes
pudieran enfrentar el trauma con mayor facilidad.
Otros acontecimientos
estresantes que preceden a la experiencia traumática. Las personas que han
sufrido otras situaciones que les afectaron emocionalmente, como graves
problemas de salud o dificultades relacionadas con la familia, pudieran
experimentar reacciones más intensas ante el nuevo acontecimiento estresante, y
necesitarían más tiempo para recuperarse.
¿Cómo
puedo ayudarme a mí mismo y a mi familia?
Existen varias medidas que
se pueden tomar para contribuir a la recuperación del bienestar emocional y del
sentido de control luego de un desastre u otra experiencia traumática, como las
siguientes:
Dedique
tiempo para curarse. Tenga en cuenta que puede ser un momento
difícil en su vida. Dedique tiempo a lamentar las pérdidas que ha sufrido.
Trate de tener paciencia con los cambios en su estado emocional.
Pida
ayuda a las personas más cercanas que puedan escucharle y
solidarizarse con su situación. Pero tenga en cuenta que su sistema normal de
ayuda pudiera debilitarse si esas personas también han experimentado o han sido
testigos del trauma.
Comunique
su experiencia en formas que le resulten cómodas, como
hablar con familiares o amigos cercanos, o escribir sus impresiones en un
diario.
Investigue
acerca de la existencia de grupos de apoyo locales,
disponibles con frecuencia para aquellas personas afectadas por desastres naturales,
o para mujeres que han sido víctimas de violación. Estos grupos pueden ser
especialmente útiles para personas con limitaciones en sus sistemas personales
de apoyo.
Trate de buscar grupos
dirigidos por profesionales adecuadamente capacitados y experimentados. La
conversación de grupo puede contribuir a que los afectados por el traume se den
cuenta de que con frecuencia, otras personas en las mismas circunstancias
experimentan reacciones y emociones similares.
Adopte
comportamientos saludables para perfeccionar su capacidad de
enfrentar el estrés excesivo. Consuma comidas bien balanceadas y descanse lo
suficiente. Si confronta dificultades para dormir, podría encontrar algún
alivio con técnicas de relajación. Evite el consumo de alcohol y drogas.
Cree
o restablezca rutinas como comer en horas regulares y seguir un
programa de ejercitación. Tómese un receso de las demandas de la vida cotidiana
dedicándose a pasatiempos u otras actividades agradables.
Si
es posible, evite tomar importantes decisiones
en su vida como cambiar de carrera o de empleo, pues estas actividades tienden
a ser altamente estresantes.
¿Cuándo
debo buscar ayuda profesional?
Algunas personas pueden
manejar con efectividad las demandas emocionales y físicas provocadas por
acontecimientos traumáticos, usando sus propios sistemas de apoyo. Sin embargo,
no es inusual que los problemas serios persistan y sigan interfiriendo en la
vida cotidiana. Por ejemplo, algunos pueden sentir un nerviosismo abrumados o
una tristeza persistente que afecta negativamente su rendimiento laboral y sus
relaciones interpersonales.
Las personas con
reacciones prolongadas que interfieren en su funcionamiento cotidiano deben
consultar con un profesional de salud mental capacitado y experimentado. Los
psicólogos y otros proveedores apropiados de cuidados de salud mental ayudan a
que conozcamos las respuestas normales al estrés extremo. Estos profesionales
trabajan con las personas afectadas por el trauma, para ayudarlas a encontrar
formas constructivas de enfrentar el impacto emocional.
En el caso de los niños,
los arranques emocionales continuos y agresivos, los problemas serios en la
escuela, la preocupación por el acontecimiento traumático, el alejamiento
continuo y extremo y otras señales de ansiedad intensa o dificultades
emocionales, resaltan la necesidad de ayuda profesional. Un profesional
calificado de salud mental puede ayudar a que esos niños y sus padres
comprendan y controlen los pensamientos, sentimientos y conductas resultantes
del acontecimiento traumático.
Concluyendo
Como conclusión me
gustaría resaltar la utilidad en el día a día de los PAP y la necesidad de su
entrenamiento en toda la población, al fin y al cabo ¿no conocemos todos
técnicas de primeros auxilios como la RCP o la maniobra de Heimlich?
“Cuidemos no solo de lo
físico, también de lo mental”
Centro de Capacitación y Prevención para el Manejo de Emergencias y Medio
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